Escribir es una de las pasiones indescriptibles que el ser humano puede tener, hay quien lo hace muy bien y otros que simplemente escribimos, la razones para escribir son las vivencias de la vida, la meditación y reflexión de lo que la vida nos va presentando.
Hace unos meses pensaba en la situación que ahora me encuentro, rehabilitando mi rodilla que fue sometida a una operación dolorosa. Pero en el fondo creo que Dios va poniendo las situaciones perfectas de la vida para aprender y ser mejores personas. Las cosas no son fruto de la casualidad, eso no existe en el lenguaje de Dios, todo es providencial.
Y ahora es la providencia que nos hace estar frente a la vida, superarnos, movernos y ser mejores. La consecuencia para abandonarse en las manos del Ser que nos ha amado tanto es causa segura de nuestra vida.
Dios sabe tratar a sus amigos, en ocasiones pareciera que no es tan bueno el trato, la razón que huimos del sufrimiento, sabiendo que el sufrimiento es la causa de nuestra redención futura.
Nosotros somos los seres mas preciados de la creación de Dios, podemos estar seguros que nuestra vida debe estar marcada por el camino divino y sobre todo por la voluntad de Dios. Que es el hombre sino un ser despreciable cuando se abandona a su egoísmo y se deja llevar por las cadenas del orgullo, de la vanidad, del placer, del amor propio sin compartirlo.
Estar más al pendiente de cuidarme de no “sufrir yo” justificándonos en “asi soy yo”. Ciertamente tenemos la libertad divina pero Dios no hizo seres humanos egoístas ni tampoco esa es la bandera de salvación.
La única bandera de salvación para el hombre consiste en pocas palabras, en cuatro para ser precisos. AMOR.
La virtud más importante según el apóstol de los gentiles es la Caridad, pero es necesario darnos cuenta de nuestra realidad propia, somos seres humanos creados, criaturas que tenemos la capacidad de ser perfectibles y que la Iglesia nos dice que esa capacidad se llama: SANTIDAD.
La vocación a la santidad no consiste en ser perfectos, sino en darnos cuanta que somos capases de vencer las cadenas de nuestro propio ego. Para eso se necesita orar, meditar, dirigirnos al Señor como un amigo fiel que nos enseña y nos da la posibilidad de también ser gratos a Dios.
Que tristeza cuando las personas no comprendemos esta encomienda, desgraciadamente nos dejamos llevar por las pequeñas cosas que no hacen ningún bien a nuestra vida. Al contrario nos hacen encerrarnos en las cadenas de nuestro propio ego.