martes, 14 de septiembre de 2010

Porque los adultos nos complicamos mucho las cosas.









Hoy que estuve en la escuela me llamó mucho la atención los niños de kinder, lo que pasa que estaban en su clase de educación física. La clase consistía en pasar brincando una cuerda que tenía la figura como de víbora.

Era curioso que los niños no se detenían, muchos de ellos encontraban la forma de no pisarla y brincarla según las instrucciones del maestro.

A su edad es muy difícil brincar y no pisar la cuerda, pero lo impresionante que ellos buscaban la forma de hacerlo, ya sea brincando con un pie o con los dos pies.

Una de las virtudes que tenemos cuando somos niños es la sencillez, no nos preocupamos por vernos bien, por ponernos tal o cual cosa, etc. Es normal que también vayamos creciendo y es normal que evolucionemos, pero una cosa que creo que nunca debemos perder es la sencillez ante las dificultades.

Nuestro egoísmo muchas veces nos impide ver más allá de nuestros propios ojos, y por esa razón es más fácil ver lo malo en los otros que lo propio.

La sencillez de un niño que no se preocupa y que siempre hace lo que le gusta hacer, se conforma con lo que le das y le dices, no es que tengamos que ser. Pero si ver la vida como lo que es, un aprendizaje en el que día a día aprendemos algo nuevo.

La vida es tan emocionante que cada instante en que nos paramos a complicarnos la vida, es un instante de la vida que nos perdemos mucho.

La falta de sencillez lo estropea todo.

Miguel de Unamuno